miércoles, 18 de abril de 2012

Notas sobre transformación de la vivienda rural en la comunidad indígena nahua de Tlalcozotitlán, Guerrero

Biól. Leonardo A. Beltrán Rodríguez

La vivienda rural en México, como expresión cultural que incorpora elementos de la naturaleza para su manufacturación, es un buen modelo para apreciar cambios en el componente socioeconómico e ideológico de las comunidades del país.

Esta nota intenta aproximar una breve reflexión sobre los principales móviles que intervienen en dichas reconstrucciones socioculturales, en donde sin postura de permanencia y sin ánimos de “desarrollo tendencialista”, se toma un caso en particular para opinar al respecto.

El sitio elegido es la comunidad indígena de Tlalcozotitlán, que pertenece al municipio de Copalillo, uno de los más grandes en extensión territorial del estado de Guerrero.

El recurso planta en su entorno es representado principalmente por especies de clima seco. Los árboles de mediana altura que tiran sus hojas en la época seca del año (selva baja caducifolia), en combinación con cactáceas y agaves son los elementos dominantes.

La comunidad fue fundada desde antes de la llegada de los españoles, y aún conserva rasgos de su esencia indígena como lo expresan en su lengua, su alimentación y su vivienda, la cual en últimas fechas ha visto la incorporación de elementos occidentales como factor de estatus social.

Los principales indicadores y factores que promueven estos cambios en la comunidad son producto de la migración a los E.U.A. y la intervención de programas gubernamentales. Estos últimos con la idea homogenista de desarrollo económico y social en un país donde impera la diversidad de culturas.

La vivienda rural en Tlalcozotitlán era construida a partir de los conductos de xilema secos de una cactácea columnar (Neobuxbaumia sp.), la cual se comercializa a $100 pesos por 3 rollos (1 rollo=un cácto) (Fig. 1).


Fig. A


Fig. B

Fig. 1 Neobuxbaumia sp. seca mostrando los conductos de xilema con los que se construye la vivienda rural (Fig. A); vegetación natural en los alrededores de Tlalcozotitlán  mostrando a Neobuxbaumia sp. en pie (Fig. B).

Las varas de esta cactácea se mezclan con ladrillos hechos de adobe, ya sea en forma horizontal o vertical, para dar firmeza a la vivienda. Posteriormente se aplanan las paredes, apreciando una textura lisa.

Los techos son de dos aguas, cubiertos por hoja de palma (Brahea sp.). Los horcones y morillos para sostener los techos provienen de diferentes maderas, pero se prefieren las de palo dulce (Eysenhardtia polystachya), guayacán (Conzattia multiflora) y encino (Quercus sp.).

Actualmente se observan viviendas con sustitución de los elementos locales, modificando la fisonomía rural por techos planos de cemento, de asbesto, de cartón y de lámina de acero inoxidable.

Lamentablemente buena parte de estas incorporaciones a la vivienda indígena son producto de programas extensionistas que intentan adaptar modelos únicos de “progreso y desarrollo rural”.

La problemática de ello deriva en que un programa gubernamental de carácter nacional, por su conformación y visión generalista, no contempla rasgos ni ambientales ni socioculturales de ámbito regional o local, y ello conlleva al desuso y desvaloración de lo “propio”, y por ende a una posible influencia en la pérdida de tradiciones.

¿Cómo intentar replantear los modelos gubernamentales de “mejoría” rural?

Primero que nada, considero que se deben contemplar diferentes escalas de trabajo con las comunidades rurales. Un programa extensionista no puede generalizarse a todo el país contemplando las condicionantes pluriculturales y ecológicas que imperan en México.

Segundo, las metas de desarrollo nacional vía las diferentes instituciones gubernamentales deben empatar en lógicas comunes, pues por un lado secretarías como SEDESOL, SAGARPA y CONAFOR insisten en la introducción de materiales de construcción no nativos, de maíces mejorados y de plantaciones forestales monoespecíficas (una sola especie).
En tanto que instituciones como SEMARNAT, CONANP y CDI plantean esfuerzos de conservación de la diversidad biocultural y de sus recursos genéticos implícitos; dando por resultado elevadas inversiones económicas y nulos logros apreciables.

Tercero, es prioritario contemplar que el querer conservar la cultura local no es sinónimo de atraso en el desarrollo social, ni un acto de romanticismo y devoción a lo rural, sino de necesidad en reducir el tiempo y costo de experimentación en programas piloto, haciendo uso de la experiencia corroborada de los grupos indígenas y campesinos de México en diferentes campos del conocimiento.


Fig. 2. Vivienda rural en Tlalcozotitlán, Gro.



Fig. 3. Vivienda de adobe con techo de cartón en dos aguas en Tlalcozotitlán, Gro.
  
Fig. 4. Vivienda de adobe y block con techo de asbesto plano en Tlalcozotitlán, Gro.

Fig. 5. Vivienda de adobe con techo de lámina en dos aguas en Tlalcozotitlán, Gro.


Fig. 6. Vivienda de block y cemento con techo plano en Tlalcozotitlán, Gro.


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