miércoles, 18 de abril de 2012

Artesanos, recolectores y demás: diversificando la labor social, breve anécdota

Biól. Leonardo A. Beltrán Rodríguez

Un viernes 30 de marzo del 2012, en búsqueda de una hazaña etnobotánica en el mercado de Sonora, en la ciudad de México, tuve la oportunidad de conocer a un grupo de personas oriundas del poblado de Jolalpan, Puebla.

Perdido por el pasillo 12 de dicho mercado, salí a una calle lateral que dejaba ver una gran bodega. En ella, al menos un ciento de manos se movían espontáneamente diseñando modelos personales hechos de palma para los adornos de Semana Santa.

Con miedo a tomar una foto panorámica, decidí caminar por el interior de esa bodega y ver los rostros de la gente. Recorrí el primer pasillo rápidamente, no logré establecer contacto visual con ningún vendedor, pero tampoco hice por acercarme a ninguno.

Al final del pasillo, recargados en costales llenos de la misma palma (Brahea sp.), cuatro “chavos” me ofrecieron su trabajo. ¡Era el momento de preguntar! Me acerqué y conversé con ellos.
Primero que nada me impresionó la rapidez con la que hacían las cruces en forma de “cristitos” o “virgencitas”; no demoraban más de 5 minutos por pieza. Expresé mi asombro.   



Fig. 1. Crucecita en forma de virgencita. Mercado Sonora. 2012.

Ellos agradados por el comentario se soltaron platicando. Me decían que era rápido aprender, que si no me animaba. Más por las ganas de cruzar una barrera personal de habilidad artesanal que por entablar plática etnobotánica, me aventuré a tejer palma. Sincero fracaso.

Mis maestros no se decepcionaron a la primera e insistieron en mi capacitación, tejí un par de vueltas y lo dejé por la paz. Preferí optar por platicar de mi vida, ante la pregunta de uno de ellos: ¿Y que le trae por aquí compa?.
Expliqué que estudiaba plantas en una escuela en Texcoco, y al creer que yo podía comprarles planta, me dijeron que ellos recolectaban plantas en su tierra. Pregunté de donde eran, me dijeron de Jolalpan, queda en Puebla afirmaron. Les dije que yo conocía ahí, y los nexos se afianzaron.
Les fui claro en que yo no podía comprarles planta, pues solo la usaba para curarme a mi mismo, pero les dije de algunos lugares donde sabía que la compraban. Luego me vino un cargo de conciencia por incidir indirectamente en el monte.

Me invitaron a su pueblo, lo cual agradecí mucho. A la par me invitaron un taco, con gusto lo acepté pues el hambre y la plática ameritaban un comelitón colectivo. Bebimos coca-cola.

Ellos no paraban de trabajar, hacían una y otra cruz. De los cuatro dos se especializaban en cristitos y otros dos en virgencitas. No quería incomodar y espantar a la clientela, además que ya se me empezaba a hacer tarde, pero la plática no paraba.


Fig. 2. Artesanos, recolectores y demás trabajando la palma. Mercado Sonora. 2012.

Me saltó a la curiosidad a qué se dedicaban aparte de recolectar plantas medicinales y tejer cruces en Semana Santa, se los pregunté. Me dijeron, uyyyyyyy compita, hacemos de todo carnal: le damos a la albañilería, al campo, a la luz, a todo. Hay veces que la chamba nos aleja de la familia hasta un año, pero pues es chamba, hay que darle.

Y qué hacen sus familia mientras ustedes andas por acá, tienen familia no?, pregunté en acto seguido; pues aguantar carnalito, en el pueblo no hay mucha chamba, por eso salimos a buscar la plata pa´ llevarla a la casa. La mujer no trabaja carnal, uno tiene que llevar el dinero.

Me preguntaron cómo me ganaba la vida yo. Respondí que gracias a dios me pagaban por estudiar, y que lo valoraba mucho, por eso también me rifaba. Me sirvieron otro vasito de coca-cola.

Como ya se estaba haciendo tarde y aún me faltaban entrevistas sobre la hazaña etnobotánica en el Sonora, decidí lanzar las últimas preguntas y darme a la retirada. Oigan y por cierto, ¿En cuánto venden cada crucecita?. En $10 pesitos carnal, barato pa´ que salga me respondieron.
¿Y venden muchas cruces al día?. Pues mira carnal, por día hacemos unas 1,000 crucecitas y gracias a dios salen todas, y si no salen pues las rematamos.
Oye, le pregunté a uno de ellos, y la palma también viene de Jolalpan. Si carnalito, desde el monte, cortada por nosotros mismos. ¿Cómo cuánta cortan cada año?. Hijole, no se bien, pero pues traemos mínimo unos 50 bultos. ¿Y cuanta hojas vienen por costalito?, solo 100 carnalito.

Intercambiamos teléfonos y nombres, quedamos de echarnos una llamada y yo quedé en visitarlos en su pueblo. Agradecí su tiempo, comida y bebida. Me retiré a seguir trabajando. Pude tomar la fotografía panorámica.



Fig. 3. Artesanos tejiendo distintos modelos a partir de palma. Mercado Sonora. 2012.


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